LAS CONSECUENCIAS DEL 1-4-3-3


El partido frente al Basilea no debe, por sí mismo, suponer un paso atrás en la formación táctica del equipo que dirige José Mourinho. El Chelsea no ha sabido en ningún momento cómo encararlo, han estado completamente desconectados, sin intensidad, sin presión, con los bloques defensivos desactivados, con las ayudas llegando tarde y mal, con las líneas separadas, y sin claridad con balón. Además de que no han actuado como un bloque en ninguna de las fases del juego, la realidad es que sobraron errores y faltó esfuerzo físico. 

Hablábamos en el post-partido, con Francisco Beltrán, sobre el uso que Mourinho le da a determinados partidos, o fases de partidos, para lograr una recuperación física y mental a nivel de grupo. Es tiempo de acumulación de partidos, como hace poco decía en rueda de prensa el propio Mourinho, y puede ser, hasta cierto punto lógico, que el equipo trate de descansar mientras juega, como han hecho absolutamente todos los equipos dirigidos por Mourinho cuando se alcanza una determinada fase de la competición. El problema es que el Chelsea no tiene la capacidad de ser determinante sin intensidad. Es un equipo en construcción, sin un patrón de juego demasiado definido, con muchos cabos sueltos. Si el Chelsea rebaja el ritmo pierde su potencial, porque la agitación es el todo. Llegan tarde a las marcas, los repliegues tardan, las ayudas se difuminan y se pierden los duelos individuales. Un equipo que vive, en algunas fases de su fútbol, de puntuales recursos individuales, no puede permitirse permanecer ciertamente desactivado o minimizado a nivel físico.

A sus habituales problemas a la hora de dar salida al juego ha sumado la nefasta defensa de sus zonas laterales. En cada contragolpe rival, en cada transición defensiva, sus laterales han sufrido a la espalda, especialmente en su zona izquierda, con Mohamed Salah, delantero egipcio del Basilea, que ha jugado con la flechita hacia arriba. No ha tenido problemas en caer a ambas bandas y destrozar el sistema defensivo en cada apoyo o ruptura. Faltaban las ayudas de la línea de medios, y no sobraron las de los extremos. 

El Chelsea ha jugado hoy con el 1-4-3-3, como lo hiciese ante el West Ham United en Upton Park (1-4-1-4-1 en fase ofensiva). Mourinho sigue trabajando con dos sistemas en el equipo londinense. De una parte, el 1-4-2-3-1, más competitivo, equipo más junto, más compacto a nivel defensivo, y que permite la inclusión de la famosa línea de 3 mediapuntas. De otra, el 1-4-3-3, que apenas lo ha desarrollado, pero que ha sido el elegido en los dos últimos partidos. El vuelo de jugadores como Lampard y Ramires, ante equipos con capacidad para atacar la espalda, puede dejar ciertamente desprotegido a Mikel, que bastante tiene con tapar el carril interior. Éstas situaciones de desventaja colectiva se producían cuando el Chelsea perdía la pelota.


Pero no solo eso. Como comentaba el propio Beltrán, si la pareja de interiores (Lampard-Ramires) va a presionar, y el mediocentro tiene que fijar para tapar por dentro, ante juego directo rival, el equipo se encuentra en inferioridad para defender segunda jugada y tapar la espalda de la línea defensiva. Ramires y Lampard no son dos talentos defensivos, y Mikel no es Sergio Busquets, precisamente. Si a eso le sumamos la distancia entre Terry-Cahill y la zona de medios, encontramos respuesta a lo ocurrido frente al Basilea. Completamente dominados en la zona más determinante del juego.


Es el único concepto que queremos rescatar de un partido al que no sacaremos más conclusiones de las debidas. Chelsea clasificado, acumulación de partidos, falta de intensidad, malas actuaciones individuales y falta de acierto a nivel técnico. El partido, eso sí, puede servirnos para recoger el guante de Beltrán y debatir si el equipo defiende peor en ausencia del doble pivote, porque obliga a la línea defensiva a adelantar metros y en esas situaciones se encuentran sumamente desprotegidos -de ahí el sufrimiento que ha padecido el Chelsea ante el ataque de sus zonas laterales-. La explicación es sencilla: en el 1-4-3-3 del Chelsea, los interiores van a presionar arriba. Si los interiores presionan arriba, el mediocentro queda libre en zona interior, está fijado, pierde cualquier opción de ser útil en alguna ayuda o achique lateral porque dejaría desprotegido el carril central. La pareja de centrales debe adelantarse, para reducir la distancia entre líneas. La línea defensiva del Chelsea no se siente cómoda cuando juega adelantada, y sufre a su espalda. El rival potencia su segunda jugada, porque solo Mikel se encuentra ante una posible recepción por dentro, y el juego al espacio es un caramelo ante extremos rápidos y con capacidad para romper.



Jugando bien o mal, lo que sí es cierto es que con Mourinho y su Chelsea nunca nos quedaremos sin contenido, y esa es una oportunidad perfecta para satisfacer nuestras ansias de aprendizaje. Aquí estaremos el próximo domingo siguiendo las evoluciones del equipo londinense frente al Southampton en Stamford Bridge. Tiempo para comprobar si Mourinho opta por dar continuidad al 1-4-3-3, o prefiere abrazar la seguridad colectiva del 1-4-2-3-1.

2 comentarios:

  1. Me imagino Alejandro que Streller fue utílismo ayer. Juega genial de espaldas a la portería : peina balones, realiza desmarques de apoyo liberando su espacio para Salah o Stocker... Por lo que dices, los tres de arriba estuvieron como peces en el agua.

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  2. Así es, aunque su partido tampoco fue de demasiado nivel. El Chelsea sufrió mucho más con los desmarques al espacio de Salah, que fue el auténtico dolor de cabeza del sistema defensivo del equipo londinense.

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